“NO CREAS QUE TE HE OLVIDADO”
No, no, no… mmm… voy a esperar porque es un error, ¿cuánto tiempo ha pasado? No recuerdo cuando fue la última vez…
Y así pasaron dos semanas más. Cada día recordaba el suceso. Él me había descubierto unos mensajes totalmente fuera de lugar; aunque no lo eran. No me interesaba nadie más pero me empezó a gustar este juego peligroso que estaba jugando.
Terminó conmigo; dos días después, regresamos, prometió perdonarme, lo hizo, lo hicimos, nos entregamos. Me perdí en sus brazos pidiéndole disculpas, prometiéndole que no lo volvería a hacer.
Al inicio comencé a besarlo, estábamos de pie en medio de la alcoba, él no se movía no me miraba, pero tenía los ojos abiertos; seguramente me imaginaba con alguien más; mientras hacía un cúmulo de ira en sus labios, en sus manos.
Yo, arrepentida, preocupada, fértil, le quite la ropa, deje que me desvistiera y tras entregarnos él sentía mi arrepentimiento y yo la agresión de su corazón roto; de su ego dañado.
Tomó mi cabello, jalando mi cabeza hacia atrás me hizo prometerle que nunca lo volvería hacer, lo dijo en voz baja cerca de mi oído, mientras me hacía el amor con mucha fuerza.
Algo dentro de mí me decía que nada andaba bien mientras los dos culminábamos en el orgasmo. Aquella noche de julio me convertí en mujer.
Mi cuerpo comenzó a cambiar, algo me llenaba de esperanza y felicidad. Mi vida podía cambiar, mi entrega, nuestra entrega dio un resultado tangible. Sabía que mi sentimiento se acabaría pronto.
Salió rosa, será que… ¿tendrá mis ojos, su nariz, como le pondré? Soy feliz, quiero cuidarlos, debo decirle. Soy tan joven, quiero ser feliz.
El proceso burocrático dañaba mi corazón. La decisión estaba tomada, nuevos proyectos en la vida tomaban parte de mi futuro, las pesadillas inundaron mi habitación. Por favor cambia tu parecer no me partas el corazón, por favor. No me lo voy a perdonar.
Llena de decisión, acompañada pero sola, aquel sábado, lo viví, se terminó todo. Con dolores, sudores, vómito y un corazón roto no solo lo abandone, me perdí, los perdí. ¿Qué fue más valiente? Entregarme de corazón, o abandonarlos sin el corazón.
Le escribí, compartí mi arte, le lloré, me arrepentí, no se lo dije a nadie y le prometí, le prometí que nos veríamos pronto con otro proyecto de vida a él o a ella con otro aspecto y con otro corazón.
Ya ha pasado un año y no creas que te he olvidado, mientras escucho a Andrea Bocelli, pienso en ti, y no quiero volvértelo a decir, aquella carta que te escribí la sentí, la vida no es igual sin ti.
No, no, no… mmm… voy a esperar porque es un error, ¿cuánto tiempo ha pasado? No recuerdo cuando fue la última vez…
Y así pasaron dos semanas más. Cada día recordaba el suceso. Él me había descubierto unos mensajes totalmente fuera de lugar; aunque no lo eran. No me interesaba nadie más pero me empezó a gustar este juego peligroso que estaba jugando.
Terminó conmigo; dos días después, regresamos, prometió perdonarme, lo hizo, lo hicimos, nos entregamos. Me perdí en sus brazos pidiéndole disculpas, prometiéndole que no lo volvería a hacer.
Al inicio comencé a besarlo, estábamos de pie en medio de la alcoba, él no se movía no me miraba, pero tenía los ojos abiertos; seguramente me imaginaba con alguien más; mientras hacía un cúmulo de ira en sus labios, en sus manos.
Yo, arrepentida, preocupada, fértil, le quite la ropa, deje que me desvistiera y tras entregarnos él sentía mi arrepentimiento y yo la agresión de su corazón roto; de su ego dañado.
Tomó mi cabello, jalando mi cabeza hacia atrás me hizo prometerle que nunca lo volvería hacer, lo dijo en voz baja cerca de mi oído, mientras me hacía el amor con mucha fuerza.
Algo dentro de mí me decía que nada andaba bien mientras los dos culminábamos en el orgasmo. Aquella noche de julio me convertí en mujer.
Mi cuerpo comenzó a cambiar, algo me llenaba de esperanza y felicidad. Mi vida podía cambiar, mi entrega, nuestra entrega dio un resultado tangible. Sabía que mi sentimiento se acabaría pronto.
Salió rosa, será que… ¿tendrá mis ojos, su nariz, como le pondré? Soy feliz, quiero cuidarlos, debo decirle. Soy tan joven, quiero ser feliz.
El proceso burocrático dañaba mi corazón. La decisión estaba tomada, nuevos proyectos en la vida tomaban parte de mi futuro, las pesadillas inundaron mi habitación. Por favor cambia tu parecer no me partas el corazón, por favor. No me lo voy a perdonar.
Llena de decisión, acompañada pero sola, aquel sábado, lo viví, se terminó todo. Con dolores, sudores, vómito y un corazón roto no solo lo abandone, me perdí, los perdí. ¿Qué fue más valiente? Entregarme de corazón, o abandonarlos sin el corazón.
Le escribí, compartí mi arte, le lloré, me arrepentí, no se lo dije a nadie y le prometí, le prometí que nos veríamos pronto con otro proyecto de vida a él o a ella con otro aspecto y con otro corazón.
Ya ha pasado un año y no creas que te he olvidado, mientras escucho a Andrea Bocelli, pienso en ti, y no quiero volvértelo a decir, aquella carta que te escribí la sentí, la vida no es igual sin ti.
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